Vamos allá!!!
Los ingredientes son:
- 225 g de mantequilla (como siempre os digo, de buena calidad).
- 140 g de azúcar blanco.
- 1 cucharadita de esencia de vainilla.
- 1 yema de huevo.
- 300 g de harina.
Deberá quedarnos bien mezclado y con esta textura. Y es el momento de añadir el aroma de vainilla.
Ahora añadimos la yema de huevo, que dará un color precioso a nuestras galletas.
Al añadir la vainilla y la yema de huevo la textura de la masa sera más ligera y ya podemos comenzar a añadir la harina tamizada poco a poco. Es importante que no pongamos toda la harina de golpe, así podremos ir mezclando mejor todo.
En el momento en que empecemos a añadir la harina yo os recomiendo que comencéis a amasar con las manos, de esta forma podremos ir controlando también el punto de la masa.
Una vez añadamos toda la harina hacemos una bolita, la envolvemos en papel film y la metemos a la nevera mínimo una hora y media.
Pasado este tiempo la masa tendrá una mejor consistencia para que podamos estirar mejor.
Estiramos la masa con un rodillo de una manera uniforme para que todas las galletas nos queden del mismo
grosor.
Cortamos las porciones con un cortapastas y las ponemos en una bandeja de horno forrada con papel encerado. Es bueno dejar un poco de espacio entre unas galletas y otras ya que crecerán en el horneado y corremos el riesgo de que se nos peguen.
Horneamos a 175º C hasta que empiecen a estar un poquito doradas. No debéis esperar mucho, pues se queman con mucha facilidad. Al sacarlas del horno están super blanditas y puede parecer que no están hechas, pero después se endurecen. Yo las dejo reposar en la bandeja unos 5 o 7 minutos y después las paso con mucho cuidado a una rejilla.
Y ya tenemos listas nuestras riquísimas galletas de mantequilla. Son ideales para una buena merienda con familiares o amigos.
Para guardarlas yo suelo utilizar una caja de lata de este tipo.
Espero que os haya gustado la receta y que os animéis a hacerlas muy pronto.
Besitos!